Dejemos la esperanza
y vayamos a cazar merluzas.
EL JUANKAARR
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[self.file=open2]))-Cuando niños extenuabais vuestras tardes en juegos de la Play Station 2. En ellos mil rostros de igual catadura aparecían a cada paso, a cada instante, como las gotas gélidas de un mar furioso, como la lava cuando rodea una brizna de tomillo o como las raspaduras de lija sobre la carne rosa de un feto. Cuando niños jugabais tardes y tardes al Call of Duty 2 en casa de vuestros abuelos y aquellos rostros anónimos se os agolpaban en las retinas como un racimo de machetes o como vasos de cristal invisible. El hecho de disparar hacia esos muñecos [controlados por una IA rudimentaria cuya pobre habilidad no podía sino arañaros y nada más] hacía que la boca se os llenara del sutil sabor de los misterios o de una enajenación luminosa y sin límite. Esos rostros eran todos el mismo hombre, el mismo soldado desconocido que moría una y otra vez, una y otra vez, a manos de John Davis; el mismo soldado con rostro apelmazado y blancuzco, con un uniforme nazi y una MP40 encasquillada y sin balas; el mismo soldado sin nombre y sin familia y sin patria, encerrado en un videojuego compuesto por píxeles y obligado a ejecutar una y otra vez los mismos movimientos repetitivos y monótonos y repetitivos y paralelos y monótonos.
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[self.file=open1]))Recuerdas y estás jugando con tu primo al GTA San Andreas en el ordenador de su casa y vas con un coche robado por ahí rulando cual fantasma con prisa en ese juego del demonio que podría matar a cuatro monjas y siete notarios con un espléndido golpe de oreja y que podría abrirte las puertas de la delincuencia juvenil dentro de unos pocos años cuando ya te salgan pelos robustos en la barba y en el entrecejo y setecientos granos llenos de pus en los cojones y cuando las niñas y los niños descubran los secretos húmedos de sus cavernas corporales y cuando el ambiente de la enseñanza secundaria te castre como a un Sansón testicular el intelecto es probable que este juego creado por Rockstar digo por el mismísimo Satanás te aboque al robo al tráfico de armas y drogas y al asesinato o al atraco a mano armada como hacía Dani El Rojo en los 80 o incluso peor que te convierta en un puto viciado que no sale de su casa y no cotiza porque quiere seguir sacándole músculos a sus diminutos y rechonchos dedos impregnados de saliva y restos de doritos pero tú sigues ahí jugando al GTA San Andreas con tu primo alegremente y los dos lleváis coches robados porque os da igual y desconocéis el significado inextricable de la libertad y eso también os la suda porque queréis seguir yendo a toda hostia con esos coches por calles hechas de píxeles mientras buscáis a ese pandillero de chaqueta roja pues es el único del juego que la lleva de ese color y ya habéis pasado mil veces por el barrio en que siempre aparece ese monigote mil veces a cada segundo y no lo encontráis pero seguís ahí dándole dándole seguís persiguiendo el asesinato de un NPC sin ningún tipo de remordimiento e incluso podemos decir que atropellarle salvajemente os produce un dulce y oscuro placer muy muy muy extraño o una felicidad instantánea más que disfrutable por eso lo hacéis queréis acabar con el NPC menos NPC del juego y luego reíros como si fuérais Lucifer encarnado ya que matar lo que se disocia de lo cotidiano produce un efecto psíquico de homogeneidad y orden que siempre acaba por complaceros y tranquilizaros aunque no lo sepáis. Ahí está. Lo atropelláis tres o cuatro veces cada uno. Cae muerto. Charco de sangre en la acera, despatarrado el hombre. Dos estrellas: busca y captura para vosotros. Viene la poli. Os reís. Huís a todo trapo. ¡Quizá ahora seáis invencibles y podáis, de una santa vez, desbloquear el easter egg del OVNI al ir a la versión virtual del Área 51!
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[self.file=open3]))-Ese soldado, preso de las órdenes eléctricas de la memoria de un programa informático que ahora mismo desconozco, aparecía tanto en el bando propio como en el ajeno: recuerda el principio de la campaña estadounidense del juego, donde el pelotón se halla encasillado entre las ruinas de las casas de París. John Davis, es decir, tu sucedáneo, avanza unos pocos metros y se adentra en un pasillo oscuro plagado de suciedad y de ratas; después, desemboca en una habitación con la misma mugre y decadencia. En ella una horda de heridos se agita de manera robótica, desesperada.
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[self.file=open8]))Tres de julio. Un hombre se dirige a Madrid con una camiseta de hombreras y un pantalón negro de fútbol. El sudor le abolla la frente y dibuja varices de agua en sus brazos fofos. Un hombre ha llegado a Madrid y coge el metro, hecho que le provoca una ingente precipitación de torrentes sudoríparos a través de los sobacos. Un hombre sale del metro y llega a El Retiro, parque bullicioso donde fluyen escritores de toda índole: desde el macarra en soledad hasta el lamepompis de nulo interés, pasando por el frito a sí mismo en aceite de sufrimiento y por el majestuoso colocado a muñeca ancha ((¡ohh ávidos dedos lúbricos de su gran editor compadre!)). Un hombre se acerca a la caseta de una reconocida editorial. En ella, un poeta colega vende unos cuantos libros. Antes, un hombre camina arriba y abajo del paseo como observando cien nidos de avispas en llamas: cada caseta es un hervidero de azufre que se abrasa a sí mismo, a nosotros mismos, a ellos mismos muy cariñosa, cariñosamente. Un hombre se acerca a la caseta de una reconocida editorial. En ella, un poeta colega vende unos cuantos libros. El poeta colega está feliz, pero su rostro muestra una gris estupefacción aleatoria: se halla rodeado de carnes y huesos bamboleantes y eso le parece tan extraño como a un hombre, aunque no lo comentan entre ellos. Antes, un hombre camina arriba y abajo del paseo como zarandeando sus huesos crujientes de pan mohoso, su desmesurada carne de aluminio, su cráneo insomne de azufre y su bermeja garganta de uralita. Un hombre se acerca a la caseta de una reconocida editorial. En ella, un poeta colega vende unos cuantos libros. ((Oye, ¡a ver cuándo publicas, que te haré una reseñita por ahí!)) / ((Bueno, sí, a ver si saco algo, ¡es que yo soy un NPC de la literatura, jajajajajajajaja!)). Antes, un hombre camina arriba y abajo del paseo, arriba y abajo del paseo, arriba y abajo del paseo…
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[self.file=open4]))-Enfoquémonos, pues, en uno de los desgraciados, ya que la hora magna de la observación nos ha rebanado la yugular. Sentado en una esquina, D74FHC9BBW (pongámosle ese nombre) mueve los brazos hacia arriba mediante giros copiosos de codo. Parece que está orándole a los obuses. Mientras, un médico intenta colocarle un vendaje amarillento inútilmente la cabeza: ese soldado doctor nunca termina de realizar ese mismo movimiento también giratorio; de rodillas; de rodillas; busca en su mochila; saca el vendaje; intenta colocarlo; de rodillas; de rodillas; busca en su mochila; saca el vendaje; intenta colocarlo // el soldado herido mueve los brazos hacia arriba mediante giros copiosos de antebrazo: ¿le reza a los obuses? // soldado * doctor * rodillas * mochila * vendaje * busca * colocar; colocar; colocar******.
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[self.file=open7]))Garita: luz tenue, entorpecida por el denso humo. Bad Bunny <<Un Verano Sin Ti>> suena en los altavoces. Suelo apestoso, aire apestoso, chavales sentados en sillones apestosos. Chavales fumando y jugando al FIFA 22 en la Play 4 (Francia vs Inglaterra, juegan [V] y [S] en el mismo equipo /Francia/ contra la máquina. Dificultad: leyenda). [A] se tira cuatro pedos adrede mientras se bebe una lata de cerveza y se ríe. Todos palpamos los celestiales olores a través de nuestras papilas gustativas. Nos reímos. En la mesita de corchopán hay cuatro roncolas llenos de ceniza, colillas y gapos: benditos ceniceros de emergencia. La vieja pintura de las paredes se nos cae en los hombros, pero no nos damos cuenta. [G] sacude su porro con el dedo índice periódicamente cada vez que [V] y [S] pierden el balón virtual: los restos del tabaco marihuanero, como bandadas de buitres, caen al suelo, lleno ya de barro, agua, más cenizas, plásticos rotos y papeles reventados. En la pared, como un atardecer sin alma, cuelga un poema partido por la mitad. //Ehh tú peazo subnormal, tienes menos sangre que el tobillo de una gamba, cabrón // Yeeeehh Yeeeehh Yeeeehh eeeeeh eeeeh eeeeh… // Ya has perdido el balón, inútil. No vais a ganar a la máquina ni dos a la vez // Cuando este phillie se apague…. // jajajajajajajaja // Ponte tú, listo, a ver si puedes, que esto está chetao, chaval // Yo te voy a olvidar dar, yo te voy…. // Yo no puedo hacer nada // Claro claro, no puedes, como con la [H] el otro día no? Jajajajajajajaja // No importa el pincel, sino el artista, payaso. Y tú qué? Tú sí // Qué piquete la chamaquita… // Que hubieras podido? // Yo me gradué en la Universidad del Sentido Común, con eso ya tengo asegurado el poder! // El corazón lo puso en la neverita… // Que dejéis de hablar y juguéis, hostias, vamos 1-4 perdiendo // Por estos te preocupas tú mucho, no? Jajajajaja. Los hombres adultos no se preocupan por otros hombres adultos, mamón // Tu puta madre sí que es mamona. Déjame jugar ya, joder // Conmigo que se joda, beibi tu ta grando… // Tío es que tú te pones nervioso a la mínima, tienes la vejiga de un puto recién nacido // Otro gol de la máquina, 1-5. Parecéis bots, macho, sois muy malos // Es este tonto que no da bien un pase // Y tú qué? Parece que te gusta fallarla con esos tiros de mierda que haces. Te gusta la mierda en general // Sí, me gusta, como a ti. Si te gusta la mierda de perro, está riquísima, ve a probarla a ver qué tal // Esta sí, esta no, esta sí, esta no, está sí… // Qué gracioso eres. Tienes la gracia en el culo, como las avispas… // GOOOOOOOLLL!!! // Al fin metéis una, 2-5 // Pa qué? // Yo quisiera enamorarmeee, pero no puedooo… // Si ya es el minuto 90 // Pues también es verdad… // [G] sigue sacudiendo su porro con el dedo índice, se lo lleva a la boca, absorbe, echa el humo, acuesta su brazo sobre el sillón y vuelve a sacudirlo. Las paredes siguen desconchadas y mugrientas. La luz sigue igual de tenue y densa y difusa. Bad Bunny <<Un Verano Sin Ti>> sigue sonando en los altavoces. El suelo sigue igual de sucio. La mesita sigue llena de roncolas-ceniceros improvisados. [A] sigue tirándose pedos e infiltrando olores en el aire plomizo. Los chavales siguen haciendo lo mismo en los sillones. [V] y [S] siguen jugando otro partido contra la máquina: el poema de la pared ha desaparecido.
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[self.file=open5]))-Y como el ejemplo de D74FHC9BBW, muchos otros más que ya no recuerdo, pero todos ellos [no lo dudéis] siempre llevan(do) a cabo sus perpetuas rutinas informáticas conformadas por píxeles y motores gráficos de baja calidad. //Girones bizarros de una época de sufrimiento perpetuados ad aeternitatem//. ¿Cómo habrán herido a D74FHC9BBW? ¿Qué estaba haciendo D74FHC9BBW antes de topar su osamenta contra la habitación sórdida de los heridos? Andy Hopkins nació en 1922. Era granjero en una de las amplias llanuras de Wyoming. Una triste tarde de otoño le llegó una carta del Ministerio del Ejército: su deber era acudir a filas en un plazo máximo de tres días. El pobre Hopkins, abrumado por la fatalidad de la noticia y presa de un repentino vigor patriótico desconocido para él hasta ese instante, hizo lo propio: Hopkins, sí, tú, Hopkins, soldado raso, soldado Hopkins, Hopkins, a sus órdenes, mi cabo. El muchacho cruzó el Atlántico en el HMS Felton y penetró por Normandía en noviembre de 1944: llegó a París el 6 de diciembre del mismo año. Allí, entre los resquicios de la ciudad francesa, una partícula ardiente de metralla (procedente de una M39) le horadó la frente, dejándole en un aturdimiento constante del que ya jamás podría deshacerse. Tres días más tarde, un derrumbamiento le quitaría la vida: tanto él como todos los heridos del hospital clandestino vieron, por última vez, el sonido de la carne resquebrajada, resquebrajada, resquebrajándose en una tarde indeterminada de enero de 1945. [D74FHC9BBW ¨Andy Hopkins ¨ Taylor Mount. Mirad el movimiento robótico de ese hombre, de esos hombres: parece que le están rezando a los obuses, giran los codos hacia arriba y deletrean un alfabeto ensangrentado con sus labios insonoros].
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[self.file=open9]))-Ser nada una vez más, no querer decir nada inteligente ni sensato ni analítico ni lúcido, sino anhelar el esparcimiento de un humilde estado psíquico por entre las neuronas de alguien sin nombre al que nada le importan estas ásperas líneas, ser nada y con ello estar finalizando un trabajo sobre el libro OIIII, de Héctor Hernández Montecinos, un trabajo sobre un libro que es como la ceniza que cae sobre el silencio del basalto, un trabajo cuyo eterno glosador desconoce si servirá o no servirá o sí servirá o para quién o para qué o para quiénes, y mientras tanto la eternidad de la glosa posándose pesadamente en las partes ingrávidas de su cuerpo carbonizado por la inacción, y mientras tanto la eternidad de la glosa que obliga a su cuerpo a permanecer maniatado por las lenguas chorreantes de la sombra, y mientras tanto ser nada y una vez más, y una vez más no querer decir nada inteligente ni sensato, ni analítico ni lúcido, sino anhelar vilmente el esparcimiento de las cucarachas por los conos de helado rosa de algunos niños y niñas despistados, sino ser nada y de nuevo ser nada y ser más nada y con ello estar finalizando un trabajo como glosador infinito que nos convertirá sin lugar a dudas en un helado rosa agujereado por las cucarachas y lamido por las lenguas chorreantes de la mismísima sombra, ignorándonos niños y niñas, ignorándonos el mundo entero sin un porqué definido mientras nos crecen pezuñas afiladas en los lagrimales y sentimos la tristeza de los decapitados en el centro del esófago, y ya nunca más y ya nunca más, nunca más nunca será nada nunca, será nunca, será n0: n0. N0s0tr0s, l0s gl0sad0res: d74fhc9bbw.
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[self.file=open6]))-¿Qué queda de tanta memoria fulminada por el desuso de tales juegos? Dicha copia de Call Of Duty 2, que pertenecía a nuestro tío, desapareció allá por 2009. De repente, un día, nadie supo adónde estaba. Hombros cruzados. Caras en tubo. Manos deprimidas. Como espantapájaros deshechos por la lluvia, nuestro rostro se convirtió en tierra. De nuestros ojos empezaron a salir helechos; de nuestros labios, termitas; y de nuestras fosas nasales, cenizas de sílice. Así nos desarticulamos: ya no habría más tardes de desposesión y dulce disociación. No sólo cesaba el divertimento, sino también todo un planeta de recuerdos e instantes atomizados pero realmente existentes; instantes que sucedieron en verdad hace muchísimos, muchísimos años. Hopkins moría definitivamente. Mount moría definitivamente. La magia de poseer lo otro para desarticular los bordes corrosivos del ego también estaba desapareciendo: nuestro rostro se convertía, poco a poco, en una piedra infestada de píxeles.
D. G. L.