No hay nada que sea parte de algo
y camine de regreso a casa.
Habitar es salirse del tiempo.
HÉCTOR H. MONTECINOS
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^^/*_A continuación se exponen los apuntes tomados en la lección “Ficciones del regreso: utopías y distopías en busca del lugar perdido”, impartida por Jesús Cano Reyes en el marco de la asignatura Novela hispanoamericana: del boom a la posmodernidad, perteneciente al Máster de Literatura Hispanoamericana de la UCM.
^^^//**__Esta es una de las mejores clases a las que he asistido nunca: la pasión con la que hablaba, se expresaba y gesticulaba Jesús Cano, junto a su viveza prosódica y la hermosura de las citas que iba leyendo y desgranando con lentitud, fervor y algo de melancolía, fueron elementos que nos encandilaron a todos. Posteriormente, muchos alumnos estuvimos de acuerdo en afirmar que ésta fue una lección magistral e irrepetible. Espero que, mediante mis humildes apuntes, el lector pueda aprehender (por sobre la lejanía insuficiente de las grafías y las omisiones verbales efectuadas por el olvido) al menos un pequeño reducto de lo que fueron aquellas tres fértiles horas. Sabemos que el regreso es imposible, pero siempre nos quedará el placer de colocarlo en la urna indestructible del lenguaje. (((Las cursivas rodeadas por corchetes son glosas mías a las ideas mencionadas por el profesor, así como la cita vallejiana que abre el primer epígrafe))).
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10 / 3 / 2022
I. <<15:12 horas ;; Comienza mi día de conejo – mi destino como el oro en desgracia // C. V.>>. TITULAR: [[La eternificación del presente; los segundos no pasan, sino que pasan los momentos, los instantes]]. En El palacio de la risa, novela de Germán Marín, el personaje principal proyecta las ruinas de su memoria en los escombros descompuestos de Villa Grimaldi.
II. Esta es una lección entre décadas: oscilaremos entre los años noventa y los años dos miles. [[De los noventa, años en que yo nací, se me viene a la mente un distante esbozo de discotecas rock, pelos desordenados y garitos purulentos y alegres rebosantes de cubatas y hachís: recuerdos que me llegan desde la juventud de mis padres sin que tales sucesos se me hayan transmitidos a través de sus bocas // De los años dos miles se me viene a la mente un concierto de La Fuga al que nunca asistí y en el que canté “En vela” a todo pulmón. También estuve (creo) en el Camp Nou celebrando la segunda Champions culé, esa que ganamos junto a un sonriente Ronaldinho]]. El regreso es siempre imposible.
III. Hoy abordaremos los textos νόστοι (nóstoi), un subgénero literario griego que cubre todas las obras de sus héroes ancestrales y míticos: aquellos que retornaron abrumados de la guerra de Troya. Sólo conservamos la Odisea, pero había muchas más textos sobre ellos. [[Este es el destino de toda literatura: perderse entre los siglos como un grano de sal en la fiereza de la olas. ¿Cómo es posible que tanta literatura se haya perdido así? No lo sé. Sin embargo, lo que sí sé es que yo estaré en ese grupo de pérdidas anónimas y autores desconocidos dentro de unas décadas. «¡Y si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra!», versaba con gran sabiduría el mayor poeta peruano]]. La palabra nostalgia es un neologismo del siglo XVII y fue acuñado por el estudioso suizo Johannes Hofer. Dicho término aludía al dolor de los soldados a la hora de recordar y desear volver a su tierra mientras se encontraban en el campo de batalla. Walter Benjamin, por su parte, decía que el narrador (quien cuenta, quien articula verbalmente una historia) es siempre alguien que ha viajado, alguien que retorna a su origen con el fin de relatar las peripecias de su aventura o también para sublimarlas. Joseph Campbell afirmaba que el trabajo final del héroe es el regreso: Prometeo regresó con el fuego en sus manos, Jasón regresó con el vellocino de oro; existen multitud de ejemplos en la literatura antigua.
IV. Svetlana Boym, en El futuro de la nostalgia, expone dos modulaciones de tal sentimiento: 1) la centrada puramente en el nóstos (νόστος = retorno en singular), y 2) la centrada en el álgos (άλγος = dolor). La primera sería restaurativa; la segunda, mucho más melancólica y reflexiva. Cristina Peri Rossi, por ejemplo, incurre en el primer tipo; Jorge Luis Borges o Juan L. Ortiz, en el segundo tipo.
V. Además de estos, hay muchos otros escritores hispanoamericanos que hablan de dicha temática. Incluso, existen retornos a lugares que el narrador nunca ha visitado como yo autorial. [[Yo anduve por las calles arcillosas de Babilonia, Nínive, Nippur, Lagash, Eridu, Ur y Assur. Yo anduve por las calles empedradas de Palmira y por los adarves del muro de Adriano. Yo anduve a través de los helechos amazónicos en el año 1278, pero hoy nadie sabe por dónde yo anduve, por dónde me anduvo este mundo sin memoria]]. El regreso se puede enunciar y exponer de muchas maneras. [[Quizá la más acertada sea el silencio de un mar vacío]]. ¿Cómo denominar, pues, a todas estas literaturas? Sylvia Molloy habla de «todas las narrativas del regreso» en su ensayo Poéticas de la distancia. Fernando Aínsa apunta, en Nueva cartografía de la pertenencia, que quizá ya sea hora de dejar de hablar del “enraizamiento” o el “desarraigo”, todas ellas metáforas vegetales: quizá habríamos de pensar en tener una cosmovisión mucho más global, mucho más transnacional (ya que las fronteras están pasadas de moda). [[Las fronteras podrán pasar de moda, resquebrajarse y desvanecerse, mas no el amor que uno siente al tragarse la tierra herida que sus abuelos labraron con sangre, sufrimiento y sudor; no se perderá el amor que uno siente al notar el llanto de los padres sobre las propias mejillas]].
VI. Gustavo Pérez Firmat, poeta cubano residente en EE. UU. [[Yanquistán]], señala todas las contradicciones del regreso en Cincuenta lecciones de exilio y desexilio, pues a la vez que es imposible que se ejecute tal acción (cuando retornamos a algún lugar, tanto ese espacio como nosotros hemos cambiado radicalmente), el sujeto emigrado no puede dejar de desearlo. El regreso supondría empezar a construir una nueva vida o identidad desde cero; supondría desasirse de la máscara fingida pero necesaria de la otredad y, a la vez, volverse a poner otro antifaz más afín a los tiempos concurrentes en ese instante (antifaz igualmente ácido y claustrofóbico a la larga).
VII. Fernando Vallejo, autor colombiano (escritor del regreso por excelencia), está obsesionado con el tema del retorno a su país natal y así lo expresa en su literatura. Según él, su nostalgia no se corresponde con el anhelo de experimentar la realidad actual de su nación, sino con volver a vivenciar la Colombia de su infancia; pero eso es imposible. Por ello, en su novela La virgen de los sicarios aborda este tópico. Entre sus páginas se expone la violencia sicarial contrapuesta a la nostalgia por las experiencias de niñez del protagonista, cuyo rasgo más notable es la conjunción de felicidad y calma en medio de la narcoturbulencia de aquellos años sangrientos. Como ya sabemos, la infancia es ese lugar azul y luminoso al que jamás, nunca jamás, volveremos. [[Volveremos a ella cuando nuestros huesos sean harina; cuando nuestros ojos sean colmenas; cuando nuestros músculos / se mezclen con la arcilla / en la lengua / de algún / corcel salvaje]].
VIII. Otro escritor que habla sobre esto es Horacio Castellanos Moya. Su generación fue marcada por la violencia y el exilio en su región. Si la obra de Fernando Vallejo es un constante retorno a Colombia, los personajes de las obras de Castellanos Moya asimismo anhelan el retorno. Después de estar en el destierro, H. C. M. regresa en 1991 a El Salvador tras la dictadura; pero pronto se desengaña de todos los proyectos que pretendía llevar a cabo, ya que encuentra un país devastado por las maras y la droga. De nuevo, y esta vez por elección propia, H. C. M. se va de su tierra. A raíz de aquí, H. C. M. comienza a escribir novelas (como El asco) donde ultraja muchas tradiciones de su patria. Esto ha provocado que reciba amenazas de muerte por parte de sus congéneres nacionales. En esa novela halla un modelo a seguir en el escritor austriaco Thomas Bernhard, que también odiaba profundamente a su país. [[Otro ejemplo de esto es Juan Goytisolo: el mediano de los Goytisolo odiaba la España que se había construido durante y después del franquismo. A su madre la asesinó el bando azul en el bombardeo de Barcelona, en 1936. Esto le produjo un rechazo antiesencialista hacia los ejes vertebradores de la nación que Franco quiso imponer o mantener: para él, España era su madre muerta y su infancia truncada, no la Conferencia Episcopal y los Reyes Católicos. Véase la novela **Don Julián**]].
IX. Según Josefina Ludmer, todas estas obras son fruto del auge neoliberal y thatcherista de los años 80-90, donde los países hispanoamericanos padecieron a una serie de dictadores. [[Vendepatrias de pacotilla apoyados y financiados por las élites gubernamentales anglosajonas. En efecto, las políticas exteriores yanquis tienen como objetivo balcanizar lo máximo posible a todos los países del sur, y también a los del no-sur: véase, por ejemplo, el caso de la guerra de Yugoslavia]].
X. Roberto Bolaño, al contrario que los anteriores autores, desdramatiza la nostalgia y el regreso. En sus obras no aborda directamente dicha temática, pero sus fábulas acaecen en México o Chile mientras él, en el tiempo de redacción de las mismas, está viviendo en España. [[Para Bolaño, México y Chile representan la juventud perdida. Esa juventud, asesinada por su propia valentía y henchida de ideales más grandes y bellos que su fulgurante existencia, es el único motivo que tiene para crear libros]]. «Mi patria son mis hijos, y mi nacionalidad, la hispanoamericana», aseguraba. El escritor de 2666 vuelve tres veces a Chile, pero allí no se asienta. En la parte de los detectives (en Los detectives salvajes) donde se habla de la poeta-vieja-madre Auxilio Lacouture, Bolaño se refiere más a este regreso; también lo hace en la ampliación de este fragmento: la novelita Amuleto; e incluso en el cuento “El viaje”, de Sepulcro de vaqueros. No obstante, y a pesar de que nunca retornó a México, podemos interpretar este cronotopo como un regreso literario 20 años después. [[De nuevo 20 años, como en el cuento “Wakefield”, de Nathaniel Hawthorne, donde un hombre normal decide abandonar su hogar y a su esposa para observar su propia desapareción desde la casa que compra en la acera de enfrente y luego vuelve, como si nada, 20 años después, cuando ya todos lo han dado por muerto. «Parece que de todo lo bueno haga casi 20 años», repetía Jaime Gil de Biedma a sus amigos poetas cuando ebrios]].
XI. El regreso es doble en el novelista chileno, pues vuelve a los lugares de su juventud a través de la literatura y, dentro de esa misma literatura, Belano y Ulises Lima fundan una nueva vanguardia a deshora, retrocediendo así de guisa artificial a los queridos años 20. [[Eterno Mario Santiago Papasquiaro, muerto en el pavimento de un suborbio del DF; muerto y destrozado al cruzar la calle sin mirar, como solía hacer, arriesgándose la vida por nada y para nada; Mario Santiago, cuyo cuerpo yació en una morgue durante dos semanas antes de ser identificado; ese hijo mexicano de Artaud y Ginsberg y Vallejo que aullaba con fiereza a solsticios y equinoccios; Mario Santiago, viajante perpetuo en infinita huida; Mario Santiago, mártir de la escritura, padre de la rareza y de lo hermoso y de lo excéntrico, mártir de la escritura, hermano de los vagabundos; mártir, mil veces mártir bajo sus manglares de azufre y de luz]]. Si en Bolaño el regreso es doble, la nostalgia también lo es: por un lado, nostalgia hacia México y Chile, cronotopos de su propia juventud; por otro, nostalgia hacia las épocas de efervescencia vanguardista, que representan a la vez la efervescencia de los ideales impetuosos y juveniles. Los viajes carecen de regreso, carecen de regreso. [[¿De qué huyen las poéticas del regreso?]].
XII. Como conclusión, podemos aseverar que el regreso es un patrón clásico. Hoy, debido a las dictaduras, es muy común en la literatura moderna de Hispanoamérica; y cada autor lo formula a su manera, específicamente.
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(((DESCANSO: 15 MINUTOS. Mis compañeros se van a fumar a la entrada del edificio. Yo prefiero quedarme en clase dándome paseos entre las mesas y hablando con los pocos que permanecen en sus sillas. Jesús Cano Reyes también se queda, al igual que Anna y Lisha. No recuerdo a los demás. Voy rápido a por un chocolate caliente a la máquina del pasillo. Cuando estoy de vuelta, la lección ya se ha reanudado))).
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XIII. Abríamos la clase con Germán Marín, y ahora volvemos a él. En las primeras páginas de El palacio de la risa apreciamos esa eternificación del presente que antes mencionaba Diego, pues queda claro que el tiempo no pasa, sino que lo que transcurre son los momentos, los acontecimientos de la vida. También, en otra escena, se dice que quizá esa casa de la infancia (Villa Grimaldi: donde regresa el protagonista) haya sido trasladada «por una mano poderosa a un país encantado»: esto es la no-resignación al movimiento hacia delante del tiempo. El símbolo del naufragio y el del jardín devastado, presentes en el mismo pasaje, son muy relevantes, ya que el árbol y todo lo floral o vegetal constituyen elementos de arraigo y enraizamiento (su destrucción implica la destrucción de ese arraigo natal); lo contrario que el símbolo del barco destruido: el barco, como vehículo que no toca el suelo marino con su vientre (no se posa, no se fija a un terreno o lecho en concreto), constituye un símbolo de lo no arraigado, de lo nómada y lo apátrida: analogía clave con el protagonista de la novela, que es un exiliado cuya identidad ha sido extraviada en una tierra ajena. Además, ese barco también es símbolo de la imposibilidad de regresar a la infancia a pesar de hallarse en el lugar físico donde la misma se desarrolló (por eso el barco se halla destruido: es incapaz de transportar al personaje a las lejanas orillas de su niñez). Estamos, por tanto, ante un mundo de nostalgia reflexiva que se centra en el álgos, no en el nóstos.
XIV. La obra de Juan José Saer es un regreso continuo. Él escribía desde Francia (París) sobre esos paisajes infantiles de su Argentina natal. [[Mi infancia es campo de uvas y olivares donde los galgos, ya cansados, persiguen a liebres, liebres, liebres… que nunca atraparán jamás y jamás]]. Saer dispara contra sus coetáneos del Boom y ensalza, al igual que Bolaño, a escritores desconocidos y en el margen: encumbra la novela Zama, de Antonio di Benedetto, como la mejor novela hispanoamericana de los últimos tiempos a la par que critica la literatura comercial de García Márquez. [[Saer era valiente, muy valiente: Saer era joven. Más escritores de esa época, y de todas las épocas, deberían colocarse la bacía de barbero en la cabeza tras haber cogido una lanza vetusta y roñosa. Más escritores deberían acometer contra los molinos de piedra subidos en un jamelgo agonizante. Si lo hicieran, habría menos nepotismo en esta nuestra poemancia]]. Su actitud remite de nuevo a ese intento por separarse del Boom y del manido realismo mágico. Piglia decía que, para Saer, narrar era «definir un territorio». Saer escribió en París como un marginado: allí se fue en el 1968 y allí se quedó para siempre. Saer escribe contra el Boom, pero también contra la literatura pop de Manuel Puig: hace un lenguaje muy lírico y literario, donde la poesía es el centro y el fin. Hay algo de escribir a contrapelo en Juan José Saer. [[Perdón por repetir tanto la palabra **Saer**, pero creo que es conveniente]].
XV. La prosa de Saer posee un ritmo asmático, entrecortado; camina sin un punto fijo, hace referencia a multitud de sensaciones y reflexiones diversas; está colmada de comas, de suspiros, de pausas ralentizadoras que provocan una mayor absorción de los componentes líricos y estéticos y simbólicos.
XVI. Veamos una escena de su novela póstuma, titulada La grande (2005). En la página 95 (del pdf-Scribd) hay un encuentro sexual. Es interesante observar que esa misma relación física es también un regreso a la animalidad humana, ya perdida entre siglos y siglos de civilización, tecnología, refinamiento y progreso en todos los ámbitos. Esa relación es un retorno a la zona reptiliana de nuestro cerebro más cavernario: vemos en ella un despojamiento de las sofisticaciones de la civilización rebosante. Todo se narra con un tempo lentísimo: hay una perfección formal en la prosa de Saer. La clave de la novela: «el movimiento continuo descompuesto», eje vertebral de la obra. La grande sería esto en palabras de su autor. El gran texto concluye [[como esta clase]] de manera brusca, pues el escritor argentino murió antes de poder acabarlo. [[Muchos otros autores, cuyo cuerpo aún sigue vivo hoy, han muerto multitud de veces a lo largo de su existencia, pues poemarios y novelas (que hubieran sido para ellos la confirmación absoluta de su genialidad) no llegaron nunca a concluirse: la vida les obligó a desprenderse de aquellas viejas pieles de culebra para abrazar, por primera y quizá última vez, la blandura refrescante del musgo, el néctar fulgurante de los cometas]].
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En homenaje y recuerdo a la promoción, clases y profesores del Máster de Literatura Hispanoamericana (UCM) del curso 2021/2022, lugar al que nunca regresaremos.
D. G. L.
Una respuesta a “Ficciones del regreso…”
📝:-D
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