Lo que un día llegó cual azucena,
al otro se fue como ceniza.
PAULA MIRAMNYCH
I
Hace unos días tuve un sueño muy revelador: yo no era yo, sino un joven de dieciséis años que tenía mi misma cara, mis mismas facciones y mis mismos huesos helados. Recuerdo brumosamente un parking a lo yanqui, de esos que aparecen en las películas noventeras o en el GTA San Andreas; un parking que no hunde sus estructuras arquitectónicas de plomizo hormigón en la tripa arcillosa y húmeda de las profundidades terrestres, sino en la altura azul de un cielo plagado de toxinas, partículas cancerosas y CO2. Ese parking era un edificio-aparcamiento y estaba abarrotado de gente por todos lados: en las rampas, en los pilares, en las estatuas que había repartidas por la superficie y en la angustiosa extensión de cada centímetro habitable. Pero la rareza no acababa ahí: la zona de reposo automovilístico era también un gran acuapark y en él proliferaban a tutiplén toboganes y toboganes y toboganes ora azules, ora blancos u ora transparentes; mil fuentes de agua a presión recorrían los suelos del edificio formando dibujos plantares, círculos geométricos o laberintos inverosímiles y, en los bajos de la gran mole (que, por cierto, estaba desprovista de coches), hallábase una multitud de tiendas de todo tipo: jugueterías, zaras, bershkas, barberías e incluso macdonalds. ¿Cómo definir esto con una palabra? No lo sé. Lo cierto es que en las entrañas de mi cerebro estas dos realidades se fusionaron arbitrariamente, dando lugar a un recinto que jamás hallará existencia ni cabida en este mundo. ¿Cómo definir el sentido operatorio de tal hipofenómeno? No hay duda: //2019//.
II
_: Hasta ahora sólo he descrito el cronotopo del sueño .//. Cabe resaltar que toda esa muchedumbre celebraba una macrofiesta espectacular / la diversión fluía a raudales / era de día – las tres de la tarde / el sol acariciaba los cuerpos con sus largos dedos ardientes en medio del vaho de las piscinas y el sudor .//. Sin embargo, yo sabía que aquello no era verdadero. Sabía que todo lo que mis ojos / o mi intelecto / podían percibir no era nada más que una fantasmagoría propia del mundo onírico. En resumen: yo sabía, dentro del sueño, que estaba soñando. Eso me dio una libertad total de elección y de potencia a lo largo de mi estancia allí. Tan pronto como me percaté de mi situación, le dije a un chaval desconocido: <oye, vente conmigo, que te voy a decir una cosa>. El chaval me persiguió hasta donde yo quería: la sensación de poder absoluto, en este punto, era tan fascinante como aterradora para mí. Sabía que aquel chico me obedecería le dijera lo que le dijera. Recuerdo que en el trayecto desde la zona de fiesta (donde él estaba) hasta el macdonalds (donde le quería dirigir) nos cruzamos con bastante gente. Yo, impresionado, miraba todos y cada uno de los rostros para encontrar algún glitch que indicara la naturaleza onírica de la situación, pero no fue así. Todos los rostros que observé eran tan reales, poseían tantos matices distintos, que estaba realmente atónito con todo aquello: la perfección perceptiva de los sueños lúcidos es tan compleja y real como la que encontramos en el día a día. ¿Cómo podía ser así? Entonces, llegamos al restaurante de comida rápida. Yo me senté en una pequeña mesa de dos, de esas que siempre están pegadas a la pared. El chico hizo lo mismo: se colocó frente a mí. Tras una plática a la que ya no accedo mnemónicamente, le espeté: /] oye, que esto es una simulación [/. La sorpresa del pobre muchacho fue mayúscula. Me respondió: /]/ anda anda, cómo va a ser esto una simulación, estás loco. Esto es muy real /[/. Yo: /]]// Bueno, si no te lo crees, me parece bien, pero que sepas que simplemente me limito a revelarte los hechos, la verdad, nada más /[[//. Y ahí se quedó la conversación. Después, llegaron sus padres y se lo llevaron con premura: le comunicaron que ya era hora de marcharse a otro lugar. Desaparecieron. Sin embargo, yo me quedé ahí, pensativo y solitario, en ese macdonalds ubicado en los bajos de un parking-acuapark rebosante y bullicioso en una ciudad desconocida dentro de mis lóbulos frontales. Tras cinco segundos, todo comenzó a pixelarse. Esa escena ya se alejaba cada vez más de mis pupilas cognitivas; esa escena ya se distanciaba de mí y no era nada más que una pequeña fotografía en el fondo de un túnel oscuro. Al fin, ese mundo poliédrico e infinito se redujo al tamaño de un minúsculo punto azul visto desde una distancia negra e insondable. Jamás supe si la gente seguía divirtiéndose en aquella nada cubicular. No lo supe. En ese preciso instante fue cuando me desperté con un sabor de abejas estivales en los labios.
__:: He de confesar que le dije eso al chico porque era consciente de que el sueño era una alegoría de lo que significa, en realidad, la juventud: estancamiento del ahora e ignorancia de la muerte. Yo, en plenitud de consciencia, quise ser el mensajero de Lucifer para con ese pobre muchacho despreocupado e inocente. Él ni tan siquiera me creyó. Un día después, le conté dicha aventura onírica a un amigo, y éste me dijo: {seguro que, en un mundo paralelo, un joven ha soñado que un loco, en mitad de una fiesta multitudinaria, le develaba que todo lo que veía era irreal}. {Quizá tengas razón, amigo}.
III
// En 2019 descubrimos la deslumbrante poesía de César Vallejo, velada para nosotros en estériles lecturas anteriores // En 2019 descubrimos Trilce y eso fue como lamer el sol con cada una de nuestras papilas gustativas, y eso fue como si una nebulosa blanca nos palpara las párpados con sus uñas gélidas // En 2019 descubrimos Poema Humanos / Los Heraldos Negros / España Aparta De Mí Este Cáliz / Poemas En Prosa para nunca más volver la vista hacia atrás, hacia esos momentos en los que ignorábamos la masa palpitante de la ternura y el llanto silencioso de la materia // En 2019 descubrimos también Residencia En La Tierra y su cascada continua de imágenes frescas como el agua de los higos recién cortados / se nos llenó la boca de luces // En 2019 descubrimos el sentimiento ancestral de comunidad resguardada en una taberna sucia de Lavapiés, al calor de unas cervezas y unos cuantos escritores fracasados que nunca nadie jamás recordará // En 2019 descubrimos las clases de Niall Binns en la Universidad Complutense y un súbito furor por la literatura hispanoamericana nos invadió las venas / ya nunca esa pasión se nos iría // En 2019 descubrimos Huesos De Ballena, de Juan Ángel Asensio y Antología Poética De La Especie Humana, del mismo autor / acudimos a las presentaciones de ambos libros embriagados de una suave amistad y un sentimiento inenarrable de dulce infinitud en el filo de cada una de nuestras lágrimas // En 2019 descubrimos el sol nocturno de Madrid y las noches de camaradería en La Noche Boca Arriba // En 2019 descubrimos que éramos capaces de escribir 4 poemarios en 6 meses, pues la pasión desenfrenada por la literatura, junto a la susurrante soledad, es el motor perfecto para con la fructificación de estructuras verbales y mnemónicas en la consciencia // En 2019 descubrimos Heroína Fantaerótica, de Charles Pouzols, libro escondido en las entrañas silenciosas de una computadora y que, gracias al alcohol, tenemos guardado asimismo en nuestro Google Drive / poemario con el que descubrimos los hachazos viscerales de la buena poesía / poemario genial y, por ello, aún inédito // En 2019 descubrimos el presente perpetuado en ilusiones infinitas que se suceden como trenes de alta velocidad en frente de nuestra mirada // En 2019 descubrimos que César Vallejo estaba vivo, que respiraba trabajosamente, cada tarde, al lado de una estantería raída hecha de madera falsa // En 2019 descubrimos la dimensión corpórea de la literatura / todas sus venas y arterias rebosantes de oxígeno y nutrientes hechas un nudo en cada página leída y olvidada // En 2019 descubrimos el placer de invitar a 10 desconocidos a beber cerveza en un garito denso de una ciudad densa // En 2019 descubrimos que los mitos de la juventud son fácilmente experimentables // En 2019 descubrimos a César / Juan / Carlos / Pedro / Ana / Isma / Cris / Lans / Pablo / Rebeca / Luis / Sinzi / Clara / Adri / Marc / Suha / Bill / Fan / Polo / David / Dani / Auri / Juanma / Gema / Blas / Nanda / Richi / Vlad / Lina / Paca y muchos otros que se han marchado de nuestra mente // En 2019 descubrimos que se puede ser inmortal si sabes beberte un buen cubata y escribir el mejor poema del mundo en silencio // En 2019 descubrimos la remota posibilidad de reír //
IV
Imágenes eternas de lo ínfimo :::



V
¿Pero… qué perdimos? [[2020]] La eternidad de la juventud, junto a su presente perpetuo, nos fue dada brevemente durante unos escasos once meses: aquellos que precedieron a la llegada del coronavirus. [[2020]] Junto a la pandemia no sólo perdimos familiares, amigos, relaciones e ilusiones, sino también aquel camino abierto y rutilante hacia un futuro muy distinto al presente en marcha. Esa senda nos la estábamos labrando como agricultores obstinados, mas no sabíamos los avatares del porvenir. Tuvimos que cancelar la presentación de Antología Poética De La Especie Humana, de Juan Ángel Asensio. La íbamos a realizar, junto a Ana Martínez Pereira, en el salón de grados de la Facultad de Filología de la UCM. Multitud de profesores y alumnos acudirían. Nunca se llegó a hacer. Se canceló asimismo la velada futurista, organizada por Daniel Rabal Davidov, en La Noche Bocarriba. Se canceló el primer número de la Revista Amnieko, el cual estábamos preparando junto a Monchu Álvarez y Rota Sushz. Se canceló un recital en la Biblioteca Municipal Ángel Gónzalez, al cual nos habían invitado, y al cual irían poetas de gran prestigio nacional. Se cancelaron los Encuentros Intergeneracionales de Poesía, organizados por la Academia Universitaria Española. Ahí conoceríamos, más a fondo, a la grata persona de Antonio Gamoneda. Se canceló el recital de Poetas-Profesores del Teatro Tribueñe, con el cual nos habíamos comprometido. Se canceló la entrevista para el Periódico Foráneos: en ella apareceríamos los nochebocarribistas departiendo de nuestras locuras. Se canceló el homenaje al insigne profesor Víctor Infantes, en el cual participaríamos. Se canceló la publicación de la antología Hijos Del Hielo: la impresión correría a cargo de Limayea Ediciones y en ella se incluirían varios de nuestros mejores poemas. Se canceló la visita de Mircea Cartarescu al seminario *Voces Negras De La Literatura Actual*, cuya sede sería, ni más ni menos, que el edificio D de la Facultad de Filología de la UCM. Se canceló la charla sobre la poesía de Rubén Darío que organizaba el colectivo Voces Rotas, a la cual acudiríamos como ponentes. Se canceló la visita guiada al Madrid galdosiano y valleinclanesco a la que, junto a Juanjo y Mónica, iríamos con muchísimo gusto. Se cancelaron las celebraciones por la decimoséptima Feria Del Libro De Villalba, evento que ya nunca más volvió a prepararse incluso después de la pandemia. Se canceló la bienvenida a los lectores de la Ediciones De Azabache, de reciente creación, y tres meses después les advino la quiebra entre sollozos y resignaciomes ácidas… Podría continuar y continuar. Muchas más eventos desaparecieron antes de llegar a existir: he nombrado una parte infinitesimal de ellos. Hasta en las cosas más leves la muerte estaba sembrada y llameante, como una rueda de caucho que se incendia y crepita. Se canceló nuestro segundo de inmortalidad, nuestra pequeña partícula de perpetuidad plagada de ahoras: cancelose de un hachazo nuestra juventud; cancelose de súbito lo que podríamos haber llegado a ser. Canceláronse las amapolas.
VI
Ahora lo sabes: en mi sueño, yo soy el coronavirus. Nosotros somos esa gran multitud que se divierte en extremo y prolifera a través de la felicidad, el ocio, el descompromiso con la realidad y la pasión total hacia algo. El muchacho que recibe la noticia de que [todo es una simulación], también soy yo, pero mi yo prepandémico: ese chico que vivía por y para la literatura porque aún era joven; porque creía, todavía, que César Vallejo seguía susurrando versos inmortales desde las alturas blancas de cualquier estantería. Ese chico que vestía con traje y corbata, encharcado de soledad hasta las cejas, encharcado de poesía hasta los huesos, somos nosotros en la juventud; y nos creemos inmortales y fuertes como una higuera australiana o como un cometa hecho de hierro y diamantes. Os poníais la corbata: daba igual. Vestíais trajes propios de los años 20 porque había un frenesí que volcaba todas las facetas de vuestro ser, todos los leucocitos de vuestra sangre, en la arena de un pasado-presente inmortal que no era realizable y que jamás sería realizable. Mirar hacia atrás con ánimos de replicar lo ya muerto en el hoy nunca fue una buena opción. Por eso yo, en ese sueño, soy el coronavirus. [[2020]] Hemos abandonado la juventud: la hemos dejado temblando en una acera meada y ya no nos da pena, ni nos hiere tampoco. Por eso nosotros, en ese sueño, somos el coronavirus; y a ese pobre muchacho inocente le decimos unas crueles palabras: {que sepas que todo esto es una simulación} (el coronavirus parecía una simulación). Porque todo lo que parece eterno no puede ser real, y si lo fuera, la apariencia vivida perdería su capacidad evocadora, su capacidad lírica. Porque lo que parece eterno no es real, y tampoco debe serlo obligatoriamente. Sólo poetizamos lo real-ínfimo que, en el momento de su corto desarrollo temporal donde se desenvuelven inocentemente los sujetos, alcanza cuotas de inmensidad inolvidable. Esto lo perdimos… Esto lo perdimos… ya para siempre.
VII
Expulsados del Edén.
D. G. L.
Una respuesta a “Lo que perdimos / 2019 //”
Cuantas cosas perdimos en esta maldita pandemia, lo siento mucho.
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