Es en la materia solar de los olvidos
donde se hallan, suavemente,
los frutos más sangrientos.
ANASTASIO DÜIZCKU
‾Ѳ¨‾Ѳ // ÍNFIMA EPIDERMIS
IX
Atendamos a las siguientes líneas pertenecientes a El pozo, de Juan Carlos Onetti. En ellas puede observarse, muy claramente, un nódulo de significación donde la profusión semántica se basa en añadir connotaciones de fertilidad literaria a la vagina: «Nunca nos hablamos. Lentamente, sin dejar de mirarla, me siento en el borde de la cama y clavo los ojos en el triángulo negro donde aún brilla la tormenta. Es entonces, exactamente, que empieza la aventura. Esta es la aventura de la cabaña de troncos. Miro el vientre de Ana María […] mante[ngo] fijos los ojos en la raya que separa los muslos, sinuosa, que se va ensanchando como la abertura de una puerta que el viento empujara, alguna noche en la primavera. […] creo ver la pequeña ranura del sexo, la débil y confusa sonrisa. Pero el fuego baila y mueve las sombras, engañoso». Como vemos, la contemplación del desnudo de la mujer se asocia al comienzo de la «aventura de la cabaña de troncos», lugar en que ambos individuos pueden mantener relaciones sexuales satisfactorias. En este punto es importante señalar que dicho encuentro es meramente soñado: Ana María murió hace muchísimos años. De esta forma, la mujer se asocia a la belleza aprehendida y al pasado anhelado inexistente: la aventura de Eladio Linacero es meramente mental y se materializa a través de la escritura literaria. El contrapunto lo vemos unas páginas antes, al principio de la novela: «Ana María era grande. […] La agarré del cuello y la tumbé. Encima suyo, fui haciendo girar las piernas, cubriéndola, hasta que no pudo moverse. Solamente el pecho, los grandes senos, se le movían desesperados de rabia y de cansancio». En este caso apreciamos una violación real –no imaginada– que constituye una hebra de acción imbricada con el nódulo de significación anterior. Dicho segmento de profusión semántica se correspondería, por tanto, con la subespecie de anáfora simbólica. Teniendo en cuenta que el protagonista es un escritor fracasado incapaz de construir un libro consistente, inferimos que Ana María es un símbolo cuyo plano real es la literatura misma: en la realidad, Linacero intenta abordar la escritura artística de manera forzada, violenta, importada e insatisfactoria al igual que se efectúa una violación. Sin embargo, en el mundo interior del hombre dicha relación se tiñe de armonía y hermosura –cimas inasibles en el plano físico–. El sexo de la mujer no es más que una proyección del deseo de Linacero, que pretende hacer de su oficio un campo fértil donde brote la calidad novelística; mas, incluso en el sueño, esa pulsión se vuelve demasiado inalcanzable. La médula nematológica de El pozo sería, por tanto, la imposibilidad del escritor de materializar, dentro de sus propios libros, los estándares de calidad literaria que idealmente pretende plasmar[1].
X
Analicemos, para concluir nuestra propuesta, un nódulo de significación que constituye una catáfora simbólica perteneciente a Señales que precederán al fin del mundo, de Yuri Herrera, ubicado en el inicio de la novela: «Estoy muerta, se dijo Makina cuando todas las cosas respingaron: un hombre cruzaba la calle a bastón, de súbito un quejido seco atravesó el asfalto […] y el suelo se abrió bajo sus pies: se tragó al hombre, y con él un auto y un perro, todo el oxígeno a su alrededor y hasta los gritos de los transeúntes. […] La ciudadcita estaba cosida a tiros y túneles horadados por cinco siglos de voracidad platera». Este nódulo se corresponde con la hebra de acción que finaliza la obra: «Makina tomó el legajo y miró su contenido. Ahí estaba ella, con otro nombre y otra ciudad de nacimiento. Su foto, nuevos números, nuevo oficio, nuevo hogar. Me han desollado, musitó. Cuando alzó los ojos el hombre ya no estaba». En el fragmento de profusión semántica, plagado de metagoges, se nos describe el hundimiento repentino de una calle, probablemente situada en una ciudad mexicana que hace frontera con los Estados Unidos. La «voracidad platera» –pulsión de expolio del precapitalismo y del capitalismo pletórico– es la causa ignota de la catástrofe, que no sabemos si ha afectado a la protagonista (¿está muerta, está viva? Nótese la ambigüedad). Hilvanando nódulo y hebra, entendemos que la muerte de Makina es más bien de cariz social: la identidad mexicana se elimina para dar paso a un constructo personal extranjero. El país capitalista absorbe a la protagonista –impidiendo el regreso– en tanto que ésta puede aportar una fuerza de producción extra a su industria. Así, las naciones hegemónicas acaban por destruir la capacidad humana y económica de las de segundo orden, desbaratando tanto la identidad de las mismas como el arraigo de sus ciudadanos hacia ellas, además de la capacidad productiva que atesoren (médula nematológica).
[1] ¿Es Onetti un antimístico diabólico? (Exorcista Mons. De Urbina dixit). Quizá sí. ¡Quizá Onetti sea el Zabulón más repulsivo de la literatura hispanoamericana! ((Recemos por su alma negra: amén)).
D. G. L.